El té es hoy intensamente cultivado en todas las latitudes favorables a su desarrollo. Es una planta siempre verde que pertenece a la familia de las camelieas, típica de las regiones intertropicales donde en verano llueve abundantemente. Su nombre deriva del chino ch’a. La temperatura conveniente para su crecimiento puede variar entre 4 y 25 grados, pero exige un mínimo de 1.500 mm. de lluvia por año, una determinada altitud y lugares sumamente ventilados.
En estado silvestre esta planta alcanza varios metros de altura, pero en las plantaciones se la cultiva únicamente bajo forma de arbustos, con el fin de facilitar la recolección de las hojas. Éstas son alternas, ligeramente pecioladas y tienen los bordes dentados.
Por su forma lanceolada y su color verde intenso se asemejan a las del sauce blanco. Estas hojas constituyen la parte más preciosa de la planta, pues de ellas, después de haber sido sometidas a un tratamiento especial, se obtiene la sabrosa bebida cuyo consumo es cada vez mayor en todos los países del mundo. El arbusto posee numerosas ramas y una corteza grisácea. Las flores son solitarias, blancas o rosadas, sostenidas por un pedúnculo axilar; el cáliz, persistente, está formado por 5 sépalos; la corola, por 5 a 9 pétalos cuyas bases están soldadas entre sí.
Los estambres son numerosos. El fruto es una cápsula de 2 ó 3 lóbulos, en cada uno de los cuales se desarrolla una única semilla. El té iería originario de Asam, región situada al norte de la India, de donde, probablemente en tiempos remotos, habría sido introducido en el Celeste Imperio por un misionero budista de la India. No se podría, sin embargo, afirmar con certeza que esta planta haya sido conocida por los chinos antes de nuestra era; pero se sabe que éstos la utilizaban alrededor de los siglos VI o VII.
Hacia el siglo XV comenzó a desarrollarse en China y Japón el cultivo sistemático del té. Fue introducido en Europa un siglo después por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que en 1600 registra la compra de 22 1/2 libras de té, al precio de 30 libras esterlinas, con el objeto de ofrecérselas como presente al rey de Inglaterra. En aquel entonces, cuando no existía aun comunicación entre el mar Rojo y el Mediterráneo, el té era transportado a Europa a través de los hostiles y desérticos territorios del Tibet y del Irán; se le daba a causa de ello el nombre de té de las caravanas.
El té es objeto de un intenso consumo en sus países de origen, y también cuenta con las preferencias de los pueblos eslavos y anglosajones, en tanto que el café sigue siendo la bebida de elección de los pueblos latinos. La mayor producción de té corresponde a la China (400 a 500 millones de Kg. por año), que lo ha consagrado bebida nacional. Se lo cultiva principalmente a lo largo del valle del Medio Yang-Tsé y en las provincias costeras de Chekiang y de Fukien; los habitantes de la isla de Formosa (Taiwan) trabajan casi en forma exclusiva en el cultivo de este producto, del que se obtiene aproximadamente 140.000 quintales por año. En el mercado ruso ha predominado siempre el té de China. En la India el cultivo de esta planta se realiza en función de una exportación muy activa a los puertos ingleses, y el consumo local es bastante limitado.
Asam, donde en otra época el té silvestre alcanzaba casi la altura de los árboles, es la región que cuenta con mayor número de plantaciones. Su producción representa más de la mitad del total obtenido en la India, 3 millones de quintales anuales, siendo la superficie consagrada al cultivo de 320.000 hectáreas. Otros’ lugares que favorecen el desarrollo de esta planta son los situados sobre las vertientes del Himalaya y el sur del país. La vecina isla de Ceilán produce alrededor de 1.670.000 quintales por año, y el té representa su principal exportación.
Existen cuatro tipos principales de té: blanco, verde, rojo y negro, si bien sus múltiples variedades dan lugar a más de 3000 clases distintas. Hasta el siglo XVI solo se producía té verde, pero el crecimiento del mercado obligó a los productores a investigar nuevos métodos de conservación para evitar que éste perdiese sus cualidades durante su almacenamiento. De este modo descubrieron que si lo secaban, lo dejaban fermentar y luego lo horneaban para evitar su descomposición, el té se conservaba en óptimas condiciones durante mucho más tiempo. Es así como surgió el té negro.
En Indonesia esta planta es también intensamente cultivada, sobre todo en el norte de Java; son asimismo considerables las plantaciones de la isla de Sumatra. El aporte de Indonesia representa el 10 % de la producción mundial de té. En Sumatra se encuentra el principal establecimiento le elaboración de este producto. Salen del mismo una ‘eintena de variedades de té negro fermentado. Cuando la República de Indonesia era una colonia irlandesa la exportación estaba destinada únicamente Amsterdam.
El primero en patentar una bolsita de té fue Thomas Lipton.
El Japón es otro gran productor de té; la cosecha que allí se realiza es de aproximadamente 570.000 quintales por año. El producto es exportado casi en su totalidad a Estados Unidos. En los últimos años el cultivo del té se ha difundido en el Natal y en el territorio de Niasa (sur de Africa), en Transcaucasia, en Irán, en las islas Filipinas, en América y en otras regiones de clima tropical; no obstante, se trata en todos los casos de una producción secundaria destinada al mercado interno.
El primer lugar está siempre ocupado por China, aun cuando desde hace algunos años sus exportaciones estén en baja. La competencia de los otros países productores es tal que, siendo siempre de excelente calidad, el té chino no monopoliza ya los mercados. Luego de ser recolectadas las hojas de té, son puestas a secar al sol; seguidamente se las enrolla con cuidado a fin de provocar la fermentación que les dará el gusto, aroma y color que las caracteriza. Una vez terminado el proceso de fermentación, las hojas son dispuestas para su secado sobre placas metálicas calentadas a fuego directo. Se tiene así un producto denominado té negro.
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